lunes, 4 de junio de 2007

III. Sociedad


Aquella mañana me dolían los ojos como si la pena hubiera estado clavando sus saladas agujas durante la noche. El sol irradiaba firme en el cielo azul, ahora exento de esas nubes grisáceas que tanto se parecían a mis pensamientos. Los frágiles copos de nieve que yacían en los árboles sucumbían ante el fuerte impacto del calor solar, dejando vacías las delgadas y retorcidas ramas de los oscuros árboles.
Mi vista, fija en un folio con finos trazos de grafito, se concentraba en un dibujo abocetado de Edgar, mientras mis oídos permanecían atentos a la extasiante explicación de las capillas góticas del siglo XVI por parte de la extravagante mujer que impartía Historia del Arte en mi aula.
A sólo unos minutos de acabar la clase, la profesora adoptó un tono más calmado e informal y anunció una de las actividades escolares que se realizarían en el ámbito de su asignatura, acorde con el tema que nos explicaba ese mes, el arte gótico. Se trataba de un modesto viaje de un mes de duración a la ciudad del amor, París, donde tendríamos el horario plagado de visitas a las distintas catedrales e iglesias del antes mencionado estilo arquitectónico. Era una lastima la obligatoriedad de la visita, puesto que me obligaba a ir y relacionarme con gente que me odiaba y a quien yo no guardaba ningún aprecio, en lugar de quedarme en mi casa conmigo misma.
Tras una escena plagada de hormonas, propia adolescentes de instituto, con la que no me veía identificada, partimos a casa, Beckïu y yo, y nos despedimos en la esquina de la cafetería, como cada día. Hoy no tenía por qué ser diferente, mis ánimos no habían aflorado al conocer la noticia del viaje, si pudiera haberme escaqueado de él lo habría hecho sin dudarlo. Llegó el día del viaje, y mi equipaje estaba listo, hecho con desgana la noche anterior, para ser transportado al aeropuerto. Los padres de Beckïu me recogieron en la puerta y nos llevaron a ambas al punto de encuentro, donde chequearon nuestras pertenencias y revisaron nuestros pasaportes. Me costó dejar a Edgar en el lugar correspondiente para animales, pero no tuve más remedio que hacerlo. Y sin más demora, partió el avión hacia tierras francesas.Por fin llegamos, realmente no había sido un viaje tan largo, pero tenia ganas de estar de una vez por todas instalada en una habitación individual.
El aire que allí se respiraba era distinto, algo más cargado, como si oliera a croissant constantemente. Era de noche, y aunque el frío no podía compararse con el de mi país, calaba los huesos. Me apresuré a buscar el cesto de Edgar en el montacargas y tras una larga espera, apareció ante mí. Cuando lo cogí lo encontré tiritando de miedo, acurrucado en el fondo del cesto. Sin que nadie me viera, abrí un poquito la puerta y susurrándole palabras tranquilizadoras, le acaricie suavemente la cabeza. Después de esto se calmo un poco.Sin darme cuenta, los demás habían emprendido ya la marcha así que rápidamente cogí mis pertenencias y seguí a los demás hasta llegar al hotel, donde nos juntaron por grupos y nos asignaron habitación. Me tocó compartir cuarto con Bekïu, cosa que no estaba tan mal, pero también compartíamos cuarto con dos jóvenes de dudosa dignidad.
Esa noche liberé a Edgar de su encierro y me senté en la cama. Me apresuré a acomodarme con un pijama gris y rosa, decorado con calaveras, mientras el gato reposaba entre mis piernas. Hablé con las chicas de temas banales, hasta que de una manera sorpresiva, a mitad de la conversación, unos chicos irrumpieron con sonoros golpes en la ventana. Subieron por la celosía con mochilas cargadas de líquido prohibido.
Como no tenía nada que perder, dejé que mi cuerpo se guiara por inercia.
Empecé a beber y minutos después, quizás horas, mi espalda estaba apoyada en la puerta del baño, y uno de los chicos – del que ni siquiera recuerdo su nombre- agarraba mis glúteos mientras lamía mi torso desnudo, aprensándome fuertemente contra él, una y otra vez. Mis uñas rasgaban su torso, desenvolviéndose en gemidos de placer, temiendo y deseando a la vez que los oyera todo el mundo.

A la mañana siguiente no recordaba nada más.

2 comentarios:

Ray dijo...

fascinante, no puedo dejar de leer, sigue asi ^^


We need more blood, o sea, capitulos xD

Anónimo dijo...

pos es facinante y esta super sales un saludo de su amiga dulce (akia


adios sigan asi y seran grandes como yo